Adoro cuando la sangre cae sobre los charcos, me recuerda a un gran acuarela.
Me retiro de la ventana y avanzo hasta el armario, cojo mi chubasquero azul y salgo a la calle para ver que cuadro haré hoy. Avanzo despacio, mirando a las familias a través de las ventanas. De repente me encuentro con una pareja y entiendo cual es mi misión hoy.
Rodeo la casa, y entro por una ventana que no termina de cerrar bien, oigo risas en el salón mientras pienso en como voy a hacerlo. Unos pasos que se acercan me sacan de mi ensimismamiento, me escondo en un armario y lo veo pasar, es el chico que llega como un regalo del cielo.
Salto sobre el y mientras le tapo la boca le clavo un cuchillo entre las costillas, lo sujeto para que no haga ruido. Cuando su cuerpo se desploma, lo apoyo en la pared y le clavo las manos en la pared de la cocina, cada una a un lado formando una línea recta con sus hombros. Ahora es el turno de las piernas, le pongo un pie sobre el otro y se los clavo contra la pared, parece que el dolor le ha devuelto la conciencia pero no me preocupa es el turno de ella.
Paso al salón, esta sentada en el sofá, me acerco por detrás le tapo la boca y la obligo a arrodillarse. Una vez arrodillada la estrangulo, es la única muerte posible para que sus ojos se vean rojos.
Una vez muerta la arrastro a la cocina y la dejo arrodillada frente a su marido, le cojo las manos y se las ato de forma que las palmas se toquen con los dedos a la altura de la nariz.
Ninguno respira ya, es hora de irse pero antes me aproximo a la herida que el tiene en el costado, mojo los dedos en sangre y le dibujo lágrimas a ella.
Salgo por la ventana sin que importe llevar el chubasquero manchado de sangre, el agua me limpiará. Siento mucho orgullo de mi obra y espero que a la policía le resulte tan espiritual como a mi.