14 jun 2012

El sótano

Parece que fue ayer cuando cumplí mis veinte años, mi melena antes roja caía como una provocación a cualquier chico lo bastante insolente para querer robarme mi inocente sonrisa.

Parece que fue ayer cuando aún podía ver la luz del sol, desde hace tiempo (¿un mes? ¿O tal vez dos?) estoy encerrada en este lugar. Me dan de comer una vez al día y aún me dicen que debería alegrarme.

Taparon mi melena porque decían que era una ofensa a sus ojos que una prisionera tuviera un pelo tan sofiscado. Quemaron mi cuerpo son sus cigarros, cortaron mis dedos para entregarlos como aviso, rajaron mi cara y cuerpo solo por el placer de verme sangrar, me dieron palizas hasta que mi conciencia se desvanecía y entonces me dejaron dormir.

Fue un tiempo muy duro, todas las torturas inimaginables la sufrí en mi cuerpo, mis lágrimas se fundía con mi sangre, mi cuerpo estaba mutilado y la mitad de mis huesos rotos, me dolía hasta respirar y solo soñaba con que durante uno de mis desmayos ya no volviera a despertar que la dulce dama de la muerte me llevará al más allá.

Tras días rezando por morir un gran revuelo llamó mi atención, voces y disparos se oían en el piso de arriba. Suponía que alguno de mis secuestradores se había cansado de esta situación y venía a matarme a pesar de la oposición del resto así que cuando la puerta se abrió y un hombre liberó mis grilletes. La policía había llegado y mi tortura había terminado.

Cuando pude ver a los secuestradores los reconocí claramente eran los hermanos de Susan, la madre de Yanin y la hermana de Joana. Ahora entiendo porque me tenían allí, me habían secuestrado solo por el placer de verme sufrir.

Hace tiempo me habían acusado de matar a 5 personas, pero había salido libre por falta de pruebas y ahora gracias a su estúpida venganza me habían convertido en un mártir de cara a toda la sociedad.

Solo espero que su venganza fuese dulce ya que les debo mucho, les debo la impugnidad de mis crímenes y les debo el placer que me proporcionó cortar en pedazos a sus familiares, trozo a trozo mientras aún estaban conscientes viendo el momento en que sus cuerpo fallaba.